No vale la pena sufrir por amores prometidos por embaucadores sentimentales que engañan a sus víctimas, dejándolas heridas después de beberse el néctar de su entrega ilusionada. A esos vampiros sin escrúpulos hay que espantarlos con firmeza y con la fuerza de la ley exigir la pensión alimenticia por los hijos que rechazan atender.
No vale la pena gastar energías en pleitos con gente que no entiende de cordura y que se gozan con engendrar polémicas estériles sobre cualquier cosa, haciendo ver que saben todo... desde el número de ballenas que emigran a los nombres de los reyes de las dinastías egipcias.
No discutas con los adictos a pelar por cualquier cosa ya que les encanta el conflicto y "ganar siempre", sin importar lo que sea.
No vale la pena detenerse a escuchar y opinar sobre los chismes últimos de políticos corruptos, o de mujeres que traicionan a sus maridos o viceversa.
No vale la pena preocuparse por las arrugas que vienen y se quedan o si el color de la moda de este año es el gris o el azul.
No vale la pena ocuparse en trivialidades que no afectan el curso del mundo ni de tu propia historia personal, ya que los zapatos que te pongas, el estilo de corte de cabello que uses, o la opinión que tenga sobre la vida privada de otros, no afectarán el fin de tu vida ni el de la humanidad.
No vale la pena dedicar atención a lo que se disolverá en el tiempo y no será de provecho para nadie, como cultivar amistades con gente necia y vaga, o leer revistas de moda y cuentos vulgares de artistas degenerados. No vale la pena.
Lo que vale le pena es ocuparte en primer lugar de enterrar en el cementerio del olvido tus preocupaciones y obsesiones sobre lo que es superfluo y nada vale, como la etiqueta que sobre ti te pongan los que sólo ven el dinero que tienen otros, o la ilusión tonta de querer sobresalir en todo.
Defenderse y más bien preguntarte sobre cómo va tu vida, hacia donde te diriges, si hay calidad en lo que haces, si te sientes bien contigo mismo, si estás luchando por alguna causa que te trascienda y te haga dejar una huella perdurable en el mundo.
Hacer lo posible para estar al tanto de que cómo va la historia de dolor de gente que tú conoces y que necesitan más de ti. Preguntarse sobre qué más podrías hacer por tu "prójimo o próximo".