En Panamá acostumbramos a decir "Felices Pascuas" con motivo de la Navidad, sin embargo, se comete un error, porque la Pascua en su sentido original tiene su plena realización en la muerte y resurrección de Jesucristo.
En el libro del Exodo se explica claramente el origen de la Pascua se vincula cuando Dios liberó de la esclavitud a la que lo sometía Egipto e instruye a Moisés para salir hacia la tierra prometida. Por muchos siglos, el pueblo hebreo celebró ese acontecimiento como la cena pascual. Se inmolaban corderos y eran muchos los sacrificios que se ofrecían en honor y acción de gracias a Yaveh.
Luego la pasión, muerte y resurrección de Jesús se desarrolla en los días previos a la Pascua. Es por eso que el punto culminante de las celebraciones de la Semana Mayor, es la Vigilia Pascual y el día de la Resurrección, porque como enseña el Apóstol Pablo, si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe y vana o inexistente la esperanza de la vida eternas (1 Cor. 15, 14-15).
Los dos gestos judíos de Jesús en la última cena pascual manifiestan el relieve eucarístico de la Pascua cristiana. Hay una bendición sobre el pan y la copa; se ofrece el pan partido y la copa de vino, y se acompaña esta entrega con palabras significativas. Uno de estos gestos, el de la fracción del pan, da su nombre a la eucaristía.
Los católicos deben comprender el valor de la Resurrección de Jesucristo, ya que ese fue su triunfo sobre el pecado y sobre la muerte. Hoy Domingo de Pascua de Resurrección es el día verdaderamente grande y esplendoroso de la Iglesia de Dios. La idea del triunfo de Cristo sobre sus enemigos lo llena todo. Todos los textos del rezo litúrgico y de la misa son gritos de victoria, reforzados por repetidos y jubilosos aleluyas.