¿Sabía usted que Dios nos creó como algo muy especial -seres únicos e irrepetibles- y que además nos hizo con un propósito específico?, ¿cómo es que usualmente caminamos por la vida dando tumbos aquí y allá? ¿Será que no nos hemos planteado en serio la vida o, sencillamente, no le hemos dado un verdadero sentido a nuestra existencia? ¿O será, tal vez, que nos asusta pensar en el por qué vivimos; en el por qué estamos aquí y hacia dónde vamos; en qué queremos ser en la vida y otras tantas interrogantes más? O, simplemente, que no encontramos respuestas, porque hasta ahora no nos habíamos hecho un planteamiento serio a este respecto. Sin embargo, pongámonos a pensar, ¿qué puede esperar del futuro una persona que vive sin ilusiones, sin metas; qué balance podrá hacer al final de su vida?
Pues bien, para remediar esta situación y ser mejores, así como para darle un verdadero significado a nuestra vida, debemos fijarnos metas y objetivos precisos. Tener metas es tener razones para vivir, propósitos para luchar y triunfos que conquistar.
Examinando cuidadosamente cada aspecto de nuestra vida, podremos determinar los vacíos que deben ser llenados; pero no debemos hacernos un planteamiento superficial del problema.
Triunfar significa mantener una verdadera armonía entre muchísimos factores. Entonces si queremos triunfar, vamos a plantearnos en serio nuestra vida, ya que se vive sólo una vez.
Sabemos que no es fácil, pero aún estamos a tiempo. Al igual que las grandes empresas, empecemos a planear el futuro, planifiquemos actividades a mediano y largo plazo. Organicemos planes y programas y cumplámoslos en la medida de nuestras posibilidades.
Elijamos correctamente nuestros objetivos; pues el no hacerlo nos llevará a una existencia gris y sin perspectivas y nos llevará inevitablemente a un descontento con nosotros mismos, que se reflejará en nuestro propia autoestima, en el carácter y hasta en la salud.
Pidámosle mucho a Dios sabiduría y discernimiento para conocer cuáles son nuestras metas en la vida. Hagamos una lista objetiva y sincera; que ésta se convierta en una verdadera declaración de principios y no en un pedazo de papel en el que hay un puñado de esperanzas: allí estará el programa de nuestra vida. Haciendo esto estaremos dando el paso que marca el principio de una existencia plena y feliz. Animo, empecemos hoy recordando siempre que con Dios, ¡Somos Invencibles!