¿Sabe usted que, en el fondo, la cólera y la ira son reacciones ante el miedo? Las modernas investigaciones psicológicas hablan de esto. En lo más profundo de su interior una persona iracunda se justifica su comportamiento de tal manera, diciendo cosas como: esto es un proceder valeroso; así hay que hacer las cosas, si no, no te respetan; los que me conocen saben como soy y entonces que me aguanten, etc.
Los comportamientos iracundos y coléricos vienen, en parte, por el ambiente en que se vivió en la infancia. El niño copia estas tendencias de sus papas, de las personas que más han influido en ellos v así el niño se da cuenta, rápidamente, que los ataques de ira y de cólera de papá atemorizan a toda la familia. Él, entonces, piensa: Si papá aterra y produce miedo en los demás con sus gritos, si yo hago lo mismo también me van a respetar.
A esto hay que añadir la compensación del miedo. Un detenido análisis del desarrollo psíquico de agresiones inertes, de hecho y de palabra, nos enseña que toda persona agresiva es, en el fondo, muy miedosa. Si se presenta un obstáculo o una resistencia, da rienda suelta a un despliegue de demostraciones de ataque, encaminado a lograr un callamiento de su propia inseguridad y a hacer vacilar y temblar al interlocutor. Es decir, grita para ocultar su inseguridad y para que el otro se quede tranquilo y no le haga descubrir su error.
¿Qué hacer ante estos casos? Comprenda que toda persona iracunda tiene cierta condición enfermiza interior. Téngale paciencia, ámelo en sus cosas positivas, que seguramente las tendrá. Sepa que lo que hace, no lo hace muchas veces por maldad, por cinismo o por sadismo, sino porque está enfermo.
También hay que hacerle ver que buscando al Señor podrá encontrar la paz que el mundo jamás le podrá dar; que un encuentro profundo con Cristo le podrá solucionar parte de su problemática.
Ahora bien, si usted es el colérico, ¿qué hacer? Pues si usted es el colérico, ya sabe lo que hemos dicho en este Mensaje al Corazón: conozca su problema e intente cambiar. Vale la pena ser feliz. Con Dios podemos cambiar, con Él podemos vencer todo hasta la ira y la cólera, porque ¡CON ÉL, SOMOS INVENCIBLES!