En Panamá, tenemos una luctuosa fábrica de homicidios que produce en promedio 350 homicidios anuales, esta organización al margen, es peor que la que culminó en el 89 y se ha institucionalizado pese a los gobiernos democráticos desde 1990 para acá. Mandatos primo hermanos de la demagogia considerados como los más humanos del planeta (por el sartal de errores), estas dirigencias se han alternado en el mando.
Los del "proceso" y los "civilistas" que se odian más que Gutus y Tucsis, pero se parecen tanto, que se han valido de una "justicia" renca, para hacer ver como algo natural sus ineptitudes, muertes y tragedias que a diario ocurren.
La factoría del crimen trabaja las 24 horas del día, aún así, inocentes insisten en definir a los delincuentes como niños incomprendidos por la sociedad, cuando realmente son bandoleros desde que soltaron las tetas, que aprendieron explotar la característica humana del miedo por eso amenazan y son violentos.
Mientras los asesinatos aumentan, no reaparece en el camino una señal para que las escuelas públicas sean atractivas para los pelaos y no exista como ahora un ejército de menores conformado por 200 mil desertores escolares, vagos a merced de los inidentificables dueños de la heterogénea empresa delincuencial.
Noventa pandillas actúan, bajo el amparo de la incapacidad gubernamental que sabe que el taller absorve niños criados en mundos de deslealtades y peleas. Lo grave es que cuando esos pelaos graduados en el mal, crezcan se encontrarán con la atmósfera de una política criminalizada como la actual, que les permitirá sobrevivir delinquiendo con la felicidad de los gusarapos de aguas negras.
El próximo gobierno (Tucsi o Gutu), debiese cerrar esa fábrica aunque no haga más nada!, ya que en Panamá no hay suficientes perros ni papel, para los que se están muriendo de miedo.