El primero de octubre ha sido designado por el INAC para honrar a ilustres ciudadanos, quienes en fecha reciente fueron distinguidos como administradores del Teatro Nacional y es propicia la ocasión para hablarles de ese augusto edificio que alberga una historia, que de ninguna manera puede quedar oculta para una generación que se encuentra ávida de información.
El convento de las monjas enclaustradas de la Encarnación fue quien en 1821 les concedió la gracia de que fuese centro de espectáculos y donde actuó la conocida artista francesa Sara Bernarhart, por ese motivo, por corto tiempo, el lugar llevó el nombre de la famosa dama de la escena.
En 1904 los Constituyentes mediante la ley 52 promulgaron un renglón de mejoras materiales para el lugar siendo premiado los planos que proponían una construcción que albergara el Teatro Nacional y el Palacio de Gobierno. En 1908 el Teatro Nacional fue el escenario para la Toma de Posesión del Presidente José Domingo de Obaldía y es por esa augusta actividad que se toma como fecha de inauguración y hasta 1930 se realizaron actividades de numerosas compañías, óperas, orquestas, zarzuelas, ballet, destacándose en esa ocasión la eximia bailarina Anna Pavlova. En 1915 la Orquesta del Conservatorio Nacional de Música y Declamación tocó por primera vez la Novena Sinfonía de Beethoven. En 1930 al 40 presentó un pequeño deterioro por imprudencia de una empresa que utilizó el teatro como sala cinematográfica.
En 1940 surge en el ámbito cultural la regia personalidad de la exquisita Anita Villalaz y sus hermanas Silvia y Matilde, la primera fue nombrada como directora del Conservatorio Nacional de Música y Declamación y fue quien moldeó una pléyade de reconocidas figuras en el arte de la declamación y el teatro.
En 1974 el arquitecto René Brenes logró reformas sustanciales junto con el profesor Juan Manuel Cedeño discípulo de Roberto Lewis quien junto con el hijo del gran pintor recuperaron murales del foyer y del plafón de butacas restaurando la gran araña del cielorraso. Este tesoro artístico a lo largo de los años tuvo en su haber a muchas figuras importantes como administradores entre los que podemos mencionar a Alberto Calvo, Pedro Díaz, Olga Oller, Maribel Caballero, Carmela Cardoze, Pedro Azael, Aixa Muñoz, Bernardo Rivera, José Carranza y este servidor Aurelio Paredes, quienes trabajaron con dedicación y esmero para conservar en perfecto estado esta maravillosa obra arquitectónica.