La multitud estaba armada de palos, piedras y cuchillos. Y estaba furiosa: vociferaba, insultaba y amenazaba. Se parec�a en esto a aquella multitud enfurecida que fue de noche al huerto para arrestar a Jes�s.
Esa multitud moderna de la ciudad de S�o Pablo, Brasil, iba en persecuci�n de Careca, un jovencito de trece a�os de edad; de Dinguela, de dieciocho a�os; y de Fusc�o Preto, de veinte. Los tres j�venes hab�an asaltado y lastimado a un hombre, as� que la multitud sigui� tras ellos para apresarlos, condenarlos y lincharlos.
Al enterarse de la muerte de los muchachos, la multitud sali� a la calle para celebrar el acontecimiento con cohetes. Una mujer exclam�: "�Hoy es el d�a m�s feliz de mi vida!" Y el padre de Careca, el chico de trece a�os, dijo: "No culpo a nadie de su muerte. Mi hijo muri� porque as� lo quiso la vida."
Muchas reflexiones surgen en nuestra mente mientras leemos noticias como �sta. La primera corresponde al estado actual de nuestra sociedad, donde robos, asaltos y homicidios por cualquier motivo suceden a cada paso. La segunda reflexi�n tiene que ver con las decisiones que toma el pueblo de hacer justicia por su propia cuenta, harta de ver a las fuerzas del orden completamente impotentes e ineficaces para imponer precisamente el orden y la justicia. Y la tercera es sobre la amarga conclusi�n a la que lleg� el padre de Careca: "Mi hijo muri� porque as� lo quiso la vida."
Puede ser que la vida que llevaban estos tres j�venes -una vida de violencia, delito e ilegalidad- haya determinado, de cierto modo, el triste fin que tuvieron los tres, y as� podr�a decirse: "La vida lo quiso as�." Pero no es necesario que la vida quiera lo malo para nosotros.
La vida se desarrolla seg�n lo que vamos sembrando en ella. Si sembramos de continuo el mal, claro que vamos a cosechar el mal. Pero si sembramos el bien, la bondad, la paz y la justicia, entonces vamos a cosechar esas mismas cosas.
M�s all� y por encima de lo que quiere la vida est� lo que quiere Dios. Y lo que Dios quiere para cada uno de nosotros es el bien, la paz, la buena vida y la felicidad. Hagamos de Cristo nuestro Se�or y Salvador, y nuestra vida conocer� el bien.