Los conceptos derechos y deberes son correlativos. Es decir que no se da uno sin que se dé el otro. A todo derecho corresponde una obligación. Por eso hablar sólo de uno o de otro es una limitación en la expresión. Exigir un derecho sin exigir igualmente una obligación es hablar de una injusticia. La mayor manifestación de una cultura de tipo egoísta es la que se manifiesta en la exigencia de los derechos, sin ponerla en igualdad de plano de la exigencia de los deberes.
Todos tenemos derechos y todos tenemos obligaciones. Si yo quiero pedir al otro que respete mis derechos, he de saber que yo debo cumplir mis obligaciones, que a su vez corresponden a los derechos que tienen los otros.
Tenemos el peligro de dar una educación cultural de exigencias para el otro y poca o ninguna para consigo mismo.
Nada más erróneo. Así no se puede conseguir lo que se pretende, porque se supone que puedo exigir a mi prójimo que corrija sus faltas, pero la experiencia me dice que yo nunca conseguiré corregir al otro, si no soy capaz de corregirme a mi mismo. El mundo no se arregla queriendo que los demás no cometan errores y falta, sino vigilándose cada uno desde dentro para no cometerlas.
Yo seré buen ciudadano, no si exijo al otro que respete mis derechos, sino si yo los respeto. ¡Que bueno sería que antes de protestar por algo pensáramos en cómo hacemos nosotros siempre aquello que pedimos que hagan los demás.