La designación del gobernador de Kuna Yala, Rogelio Alba ha generado cuestionamientos al gobierno entrante del mandatario Ricardo Martinelli.
Envuelto en varios escándalos e investigados penalmente, el diputado de la etnia kuna, fue premiado con la Gobernación, tras fracasar en su intento por buscar la reelección por cuarta vez en el circuito 10-2.
Alba saltó del Partido Liberal, colectivo que lo expulsó por las ilegalidades de contrabando y varios procesos contra la administración pública que se le endilgan, pero luego se pasó al bando de Cambio Democrático, que lo postuló en las pasadas elecciones del 3 de mayo.
Está bien que los partidos ganadores de las elecciones quieran designar a sus dirigentes en el engranaje gubernamental, pero se deben escoger a las mejores figuras.
Con los antecedentes que se le atribuyen al futuro gobernador, resulta imposible creer que en las filas de Cambio Democrático o de los partido que apoyaron a Martinelli, no exista otra figura que goce del reconocimiento de los indígenas kunas.
La designación de Alba no se ha concretado, por lo que existe un compás para rectificar en ese nombramiento, de lo contrario se estaría enviando un mal mensaje a la sociedad.
Al tomar decisiones se corre el riesgo de equivocarse, lo malo es que advertido el error, se insista en la comisión de éste.
Un gobernador es el representante local del Presidente de la República; esa figura no sólo debe contar con popularidad, conocimiento del área y ser militante del partido oficialista, sino que lo primordial es tener la confianza de la sociedad.