Cuando el Hijo del Hombre intentó lidiar con un problema, buscando la paz entre ambas partes, recibió amenazas temerarias que no fueron respondidas con odio, sino con amor.
En nuestro mundo real, cuando ocurren discrepancias laborales entre compañeros ocurre lo mismo. Tal vez las amenazas temerarias son peores, pero la recomendación es responder igual como lo hizo Jesús: dar amor, aunque los epítetos resulten ofensivos y alejados del respeto profesional que se merecen los compañeros de años.
Es muy probable que esto te haya ocurrido a tí. Es casi un hecho que sí, porque en este país ¿qué es lo que no ocurre?
La columna apela a todos los ciudadanos a que se sumen en la búsqueda de una solución. Se les pide con respeto y un abrazo de caballeros a que no empeoren las relaciones enviando comentarios exagerando las conversaciones privadas entre dos personas.
Que sea el respeto lo que impere en todo momento, pero cuando éste no existe, lo más obvio es que nunca se demostró aprecio hacia la otra persona y es cuando salen corriendo a decir tres palabras más de las que se dijo en una conversación privada. Las consecuencias de estas palabrotas friegan la amistad o el poco compañerismo que existía. Amarga la vida de compañeros que antes se saludaban como los grandes.
No hay duda que si usted ocupa una posición de nivel dentro de la estructura laboral, debe pregonar con el ejemplo sano. No debe usar la tecnología para enviar mensajes al garete. Respete a las personas que le guardan mucho aprecio a usted. No caiga en lo chabacano y actúe como un profesional.
Cualquier problema, tan grande o pequeño que sea, demuestre tener la capacidad cerebral para resolverlos y no descalifique a quienes intentan hacerlo.
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