Fue al medio día de un calcinante viernes de marzo del presente, cuando estaba yo por la columna vertebral de la cordillera central, específicamente en las montañas de Llano Arriba de Los Pozos, provincia de Herrera, cuando vi de lejos loma arriba, un bulto "despelucado" que avanzaba lento, pero seguro, dejando nubes de polvo que se fusionaban con el pasto. Era un campesino del lugar que llevaba en sus espaldas gran cantidad de pencas de palma de corozo para construir o reparar su morada.
La pobreza rural es tan extrema, que miles de nuestros interioranos no tienen la suerte siquiera de que se les otorgue un famoso "PARVIS"; porque sus comunidades ni siquiera las conocen los funcionarios del MIVI. Es por eso que dependen de la versátil palma de corozo. Ella les proporciona pencas para el techo; del tronco sacan tablones para el rancho, y de los racimos de corozo alimentan gallinas y cerdos.
Esa palma que les beneficia tanto, específicamente en el techo de sus hogares, podría desaparecer por culpa de ellos mismos, ya que la derriban; queman los montes donde se encuentra.
Usted que vive en una cómoda vivienda, póngase a pensar un momentito cómo viven estos interioranos en sus ranchos o chozas, cobijadas por paredes y techos solamente de pencas de palma de corozo, donde se cuela silbando el gélido viento de noches y madrugadas interioranas.