Al utilizar una olla a presión para cocinar, la temperatura de ebullición aumenta por encima de los 100º C y la presión alcanza cotas mayores que la presión atmosférica. De esta forma se consiguen tiempos de cocción más breves, con el consiguiente ahorro en tiempo y energía.
Además, es bien conocido que los alimentos pierden menos propiedades en las ollas rápidas, ya que las vitaminas soportan mejor temperaturas elevadas durante poco tiempo que temperaturas más bajas durante un tiempo prolongado.