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  OPINIÓN


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Por: Fermín Agudo A. | Colaborador

Han pasado algunos días, tuve la fortuna de experimentar la gozosa experiencia de escuchar el pronunciamiento del máximo Prelado de la Iglesia Católica panameña, Monseñor José Dimas Cedeño. Motivado por los lamentables acontecimientos que se ciernen provocando el grito de inconformidad popular, el místico dignatario, promovido por la impaciencia en observancia de las diferencias conceptuales en el orden jurídico nacional, dictó su veredicto invariable.

La ley simboliza la balanza incuestionable y debe aplicarse con justeza. El jefe eclesiástico, pausado, subió al púlpito, atalaya suprema en completa actitud hierática, confundiéndose entre las almas que escuchaban el virtuoso mensaje, acogido por los medios de comunicación social escrito y hablados. Todos como panameños tenemos el sano derecho de emitir nuestras opiniones sobre cualquier tema que se encuentre en el debate de la palestra pública.

Por la precipitación de los actores en el desenvolvimiento del drama, comprende el preocupado dignatario que su pueblo, porque somos católicos sufridos, nos abatimos entre la confusión y el desencanto que dimanan de la situación política y económica, siendo esta la hora indicativa, para que él nos brinde el consejo correcto, abanicándonos el brillante camino divino. Esta verdad traída por el viento arreciado que las anuncia, roguemos todos los católicos, apostólicos, romanos, que no queden maltratadas y conculcadas a la vera del sendero. Abatidos y cansados en este viaje que se llama vida, la Iglesia, basa en la mística de la fe en Cristo es la única institución moral capaz de garantizarnos la vía, donde se mitiguen los males y las angustias no sean tan horrorosas, para el alma desesperada. Todos como hermanos anhelamos la existencia digna, plena de generosidades en completo goce de los bienes terrenales y espirituales, herencias de nuestro Señor Jesucristo. Hoy el mundo se desempeña en la total perversión, como mancha extendida, donde el clero con voz austera, convendrá en su detención logrando óptimos beneficios para sus fieles. Sigamos las palabras de Su Excelencia, adelante está situado el templo del triunfo.



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