Otro fracaso más se acumula en las vitrinas de la Federación Panameña de Fútbol, tras la temprana eliminación del equipo preolímpico. Una frustración dolorosa en el corazón del pueblo ansioso de cantar un gol que nunca llegó.
Hay en la opinión pública un sin sabor en la garganta. Y es que la selección panameña de fútbol Sub-23 demostró que Alexandre Guimaraes no encuentra, a dos años de estar en el país, la fórmula para llevar adelante las selecciones nacionales.
Situación que preocupa, porque la selección mayor no juega desde el 21 de noviembre del año pasado ante Costa Rica. Cuatro meses después llega la fecha FIFA del 26 de marzo y el panorama es sombrío, pues no hay rival para foguear al equipo.
Antes, éramos los reyes del fogueo. Ahora ni eso. Mientras nosotros miramos la pared, El Salvador, el rival de Panamá, se prepara a toda máquina, y pese a tener un equipo sin estrellas, puede estrellar al orgullo de todos.
No podemos andar de fracaso en fracaso. Aquella máxima del olimpismo expresada por el barón Pierre de Coubertin: lo importante no es ganar, sino competir, ya está en desuso. Los panameños reclaman triunfos y menos excusas. La responsabilidad es de la dirigencia de la Federación y del técnico. Ya no se puede alegar que no hay recursos, porque el patrocinio es como nunca y la fanaticada apoya cada vez que juega la selección.
¿Es conveniente que siga Guimaraes? Si existe un momento de sacarlo es ahora. Todo dependerá de lo que considere el Comité Ejecutivo de la Federación. Aunque tiene historia como técnico mundialista, sus resultados en Panamá no han sido alentadores, su mano científica no se siente y salvo esa noche milagrosa en Costa Rica, con Guimaraes no hemos ganado nada.