¿Cómo es posible que a media quincena la mayoría de los asalariados panameños están limpios, y otros que ganan lo mismo todavía tienen su platita? ¿Cuál es la explicación para que tengan dinero para comprarles regalos a toda su familia para Navidad? ¿Cómo fue que hicieron para tener ese carrito nuevo?
La respuesta a eso puede ser que ellos sí ahorran, y el resto no. Esto significa sacrificar algo de esas parrandas y trasnochadas, pero al final la recompensa lo supera todo.
Cuando uno está en el grupo de panameños con recursos económicos limitados (o sea, el 90% de la población), tenemos dos formas para lograr comprar las cosas que necesitamos y queremos: una es endeudándonos en las entidades financieras disponibles, y la otra es ahorrando. La primera es una solución instantánea, pero al final quedas pagando mucho más de lo que pediste. Con la segunda opción, tal vez tardes más en tener tu carrito, pero puedes estar seguro de que cuando tengas el monto completo, no vas a pagar de más.
El hecho de que las cosas que valen la pena cuestan tiempo, esfuerzo y disciplina, explica la verdadera dimensión que tiene el valor del ahorro. Siempre nos sentiremos tentados a "romper el cochinito" antes de tiempo, y si lo hacemos, echaremos todos nuestro planes a perder. Ahorrar no es fácil; menos en estos tiempos en los que todo sube: la gasolina, el pan, la leche, el arroz, la luz, etc.
Pero qué gratificante es cuando logramos nuestro objetivo por medio del ahorro.
Todo depende de la fuerza de voluntad. A veces, echarle platita religiosamente a una cuenta de ahorros o a una alcancía sin sacar nada resulta tan difícil como dejar el cigarrillo o cualquier otro vicio. Pero una vez vemos los resultados de nuestro esfuerzo, caemos en cuenta de todos sus beneficios.