"Es nuestra ofrenda de acción de gracias", dijeron los dos hombres. Y con esas palabras en sus labios dejaron en la ventanilla del banco diecinueve mil dólares. Acto seguido, con pistolas en las manos, metieron noventa y ocho mil dólares en una maleta y salieron del banco, rápidamente, a un carro que los esperaba. Habían asaltado una sucursal del Banco de Brasil en la pequeña localidad de Goio-Ere, mil kilómetros al oeste de Río de Janeiro.
Pero eso no fue todo. También dejaron en el banco a treinta y siete personas que habían tomado como rehenes. La policía les permitió escapar hacia el Paraguay a cambio de la vida de los rehenes.
En gratitud al banco, que tan generosamente se había dejado asaltar, los hombres dieron los diecinueve mil dólares como "ofrenda de acción de gracias". La nota que dejaron los asaltantes decía: "Nosotros también tenemos nuestro corazoncito."
Esta noticia policial fluctúa entre seria y cómica. Es seria, porque asaltar un banco es cosa sumamente seria. No es sólo el hecho de asaltar y robar dinero. Es mucho más. Un asalto deja heridos y aun muertos.
Y es cómica por la acción de los dos asaltantes. Agradecidos, suponemos que a Dios, por haberles ido bien en el asalto dejan diecinueve mil dólares de regalo al banco para que pueda hacerles frente a sus compromisos más urgentes. "Tenemos nuestro corazoncito", dijeron.
Lo cierto es que no hay persona, por mala que sea, que no tenga alguna chispa de piedad, algún rasgo de conciencia, algún sentimiento de conmiseración. Como tampoco hay persona, por buena que sea, que no tenga algún defecto, alguna limitación, alguna insensatez o alguna deficiencia moral.
Es que en el ser humano se mezclan la bestia primitiva con el hombre civilizado, el ángel con el demonio, el espíritu del bien con el espíritu del mal. En esto consiste el gran desafío moral de la humanidad. �Cuál de los dos nos ha de dominar? �Reside en mí el mal o el bien? �Seré yo demonio o ángel?
He aquí una verdad ineludible. Somos nosotros mismos los que decidimos eso. Podemos vivir en la justicia y el bien, o vivir en la falsedad y el pecado. �Qué hace la diferencia? Cristo en el corazón. Cuando Cristo es Rey y Dueño de nuestra vida, �l nos da la voluntad y la fuerza para vivir conforme a sus divinas leyes. Coronémoslo Rey de nuestra vida hoy mismo.