Rellenar la canasta que compramos no implica un acto enfermizo de conducta desajustada, lo que si constituye una acción pecaminosa son los precios que en silencio nos rompen los bolsillos sin piedad.
Si encontrásemos a Newton redivivo, viendo nuestras reacciones a través de un agujerito, blasfemaría enconado de haber vuelto a la vida, encontrándose con los que afirman ilusamente que todo lo que sube no baja. Afincado a la ley de la gravedad, él le anunció jubilosamente al mundo en su momento, todo lo que sube baja necesariamente, teoría taxativamente irrebatible.
Pero este dicho grave de advertida sentencia, desarma hasta el espanto, incluso al hombre común afectado por el fenómeno contradictor que anuncia contundentemente, todo lo que sube no baja. Dejándonos atónitos en sufrimiento de una detestable inopia mental, imposibilitados de poder cavilar, caemos en el letargo menospreciable y mezquino, donde los poderes nublan el razonamiento en imposición de sus querenciosos placeres personales.
Comer en la actualidad se ha convertido en uno de los verbos más difíciles de conjugar a pesar de su regularidad. Las inflexiones del infinitivo torna la vida más competitiva. Necesitamos toneladas de excelente afecto para arreglar la situación desconcertante que hace el camino penoso donde se busca toda clase de impedimentos para poder avanzar.
Este enervamiento nos excita hasta el nerviosismo, cuando se constata que se carece de fósforos para prender la leña y el servicio de agua lo tenemos cortado. La miseria tiene rostro de carantoña con efectos de espantos y brazos de fatiga: ojos sin luz, seguida de decisiones sin voluntad.
La canasta básica tiene su casa ubicada por en la nubes, pretendiendo saltar a otro planeta, dejándonos como impostergable herencia a merced del viento que no da nada y no lo podemos aprisionar. Está cerca el día en que nos podamos alimentar con la vista solamente, pues tenemos la ventaja de ver y no tocar, donde los precios prohibitivos inhibirán a los sentidos de poderlos sopesar.
Estamos ciertamente alicaídos, las promesas, ya empezaron a girar y la canasta básica muerta allá arriba de la risa que ningún rayo la podrá bajar. Pero si tenemos para el jolgorio, entonces si hay plata, para mover la colita.
