Panamá se ha convertido, con la recuperación de la democracia, en el país de los protestones.
Para manifestaciones lo que sobran son las razones y si incluyen el cierre de calles, para los organizadores mucho mejor.
La mayoría de estas manifestaciones tienen una motivación comunitaria, pero también son usadas por panameños con aspiraciones políticas o por políticos que están muy interesados en presionar al gobierno, afectar su imagen o promover un discurso ideológico antisistema o radical.
La falta de agua, el camino comunal, la velocidad en la calles, las amenazas de la delincuencia o simplemente porque no se está de acuerdo con una política o decisión del gobierno.
Hasta los periodistas hemos protestado, utilizando el lenguaje de las consignas de grupos estudiantiles para rechazar el contenido de tres artículos del Código Penal que ponen en peligro la estabilidad del ejercicio profesional del periodismo y le dan a los cazadores y perseguidores de periodistas y medios de comunicación, el arma legal eficaz para meter miedo y evitar en el futuro denuncias en contra de la corrupción, las malas prácticas comerciales, la violación a los derechos humanos, los abusos de poder o los monopolios.
Para que la gestión pública sea eficaz y los servicios privados adecuados y equilibrados en relación a lo que pagan los consumidores, la sociedad en general tiene que involucrarse más.
El cierre de calles se popularizó con la cómoda actitud de los "No" a todo.
No se ha discutido aún a profundidad una propuesta para un nuevo sistema de salud pública y los médicos se han estado reuniendo para preparar un "plan de huelga".
�Y los panameños que sólo tienen como alternativa los hospitales públicos y de la Caja del Seguro Social acaso no tienen derechos?.
Inclusive las actividades sociales, la dirección de las organizaciones deportivas, las elecciones en los gremios y la escogencia de una reina no están inmunizados de esta manía nacional de polemizarlo todo, buscarle la quinta pata al gato.
El carnaval debería servir para que al menos por cuatro días se terminen los
ánimos radicales de los que nunca están conformes y la Cuaresma con su tiempo de ayuno y oración, en el primer paso para ser mejores ciudadanos.
