El indulto otorgado por el gobierno panameño a cuatro anticastristas condenados por planificar un atentado contra el presidente Fidel Castro, deteriora las relaciones diplomáticas entre Cuba y Panamá.
Sin duda que perdonar a involucrados en actos terroristas, contradice las políticas que contra esos delitos ha pregonado el país, sobre todo desde los ataques perpetrado hace tres años en la unión norteamericana.
Frente a la cercanía de un cambio de gobierno, sería iluso pensar que los futuros administradores del país, no tenían conocimiento de la medida que adoptó el actual Ejecutivo.
Hay que aceptar que en una decisión de esa índole influyen aspectos internos y externos, de los cuales Panamá no escapa. Lo más correcto era esperar que los indultados al menos cumplieran dos terceras partes de su pena y así luego ordenar la libertad.
Sin embargo, Cuba debe respetar la decisión panameña y no pretender instigar movimientos para subvertir el orden público en Panamá.
Es preocupante y debe ser objeto de investigación, las denuncias
efectuadas por la mandataria Mireya Moscoso en torno a la infiltración cubana en Panamá y el pago de informantes panameños por parte del aparato de inteligencia de la isla de Castro.
Frente a lo sucedido, lo que corresponde ahora es recuperar la calma y no desatar una guerra de insultos entre gobernantes.
Poco a poco, se ira desvaneciendo la efervescencia y al menos entre Cuba y Panamá se mantendrá
una adecuada relación comercial y es probable que en cuestión de semanas, ambos países designen a sus embajadores para normalizar los nexos diplomáticos reestablecidas en 1974, durante el régimen torrijista.