EVANGELIO MATEO 13, 1-23
San Mateo nos dice en el Evangelio de la Misa que Jesús se sentó junto al mar y se le acercó tanta gente para oír su palabra que hubo de subirse a una barca, mientras la multitud le escuchaba desde la orilla. El Señor, sentado ya en la pequeña embarcación comenzó a enseñarles: Salió un sembrador a sembrar, y la semilla cayó en tierra muy desigual.
Parte cayó junto al camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. El camino es la tierra pisada, endurecida; son las almas disipadas, vacías, abiertas por completo a lo externo, incapaces de recoger sus pensamientos y guardar los sentidos, sin orden en sus afectos, poco vigilantes en los sentimientos, con la imaginación puesta con frecuencia en pensamientos inútiles; acostumbradas a vivir de espaldas al Señor. Son corazones duros como esos viejos caminos.
Otra parte cayó en pedregal. Este pedregal representa a las almas superficiales, inconstantes, tienen buenas disposiciones, pero llegado el momento de hacer frente a las dificultades, retroceden; no son capaces de sacrificarse por llevar a cabo los propósitos que un día hicieron, y éstos mueren sin dar fruto.
Otra parte cayó entre espinos; crecieron los espinos y la sofocaron. El amor a las riquezas, la ambición desordenada de influencia o de poder, una excesiva preocupación por el bienestar y el confort, y la vida cómoda son duros espinos que impiden la unión con Dios. Lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y fructifica y produce.
Todos los hombres pueden convertirse en terreno preparado para recibir la gracia, cualquiera que haya sido su vida pasada; si se está dispuesto a cambiar y a corresponder; porque la gracia de Dios no falta
Examinemos hoy en la oración si estamos correspondiendo a las gracias que el Señor nos está dando, si limpiamos las hierbas dañinas mediante la Confesión frecuente, si fomentamos los actos de contricción, que tan bien preparan el alma para recibir las inspiraciones de Dios.
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