La liturgia de la Palabra que se proclama en este día, nos ayuda a examinar sinceramente nuestro modo de entender y vivir la religión. Tanto el profeta Oseas como el Señor en el evangelio, nos recuerdan cuál es la auténtica voluntad de Dios, su proyecto de vida y justicia para la humanidad.
El pueblo de Israel, en el siglo VIII a.C., creían que para estar en paz con Dios, lo único que tenían que hacer era multiplicar el sacrificio de víctimas, las ofrendas cultuales y los holocaustos, pero ajenos a todo compromiso moral. El profeta Oseas les recuerda que aquello que realmente agrada a Dios no son los ritos y sacrificios, sino la práctica ética de la justicia, la misericordia y la solidaridad en su pueblo. Hacer experiencia del amor de Dios (conocimiento de Dios) es mucho más importante que multiplicar holocaustos vacíos, que sólo buscan aplacar y adormecer la conciencia.
"Aprendan lo que significa ´misericordia quiero y no sacrificios´..."
Jesús llama a un pecador público, Mateo, para constituirlo su discípulo y apóstol. Los publicanos o recaudadores de impuestos eran despreciados y marginados por su compromiso con el imperio opresor y su enriquecimiento ilícito a partir del cobro de impuestos. El Señor, con esta llamada a Mateo, enseña que nuestros criterios de "gente buena" no coinciden siempre con los criterios de Dios, que envió a su Hijo para traer conversión y salvación a los pecadores.
A muchos de nosotros se dirige hoy la desconcertante advertencia de Jesús: "Vayan y aprendan lo que significa: ´misericordia quiero y no sacrificios".
Tomado de la Revista Vida Pastoral - Sociedad de San Pablo
Dios te Bendice por solidarizarte con la obra Pro-Fe de la Iglesia Católica, en bien de tus hermanos más necesitados