El descalabro sufrido por el Partido Arnulfista debe llamar la atención de sus dirigentes. Se hace necesario una renovación de cuadros, introducir mecanismos de amplia participación democrática interna y conceder espacio a la disidencia.
El arnulfismo ha sufrido la peor derrota de toda su historia. Ni el PRD, en sus peores momentos, como fueron las elecciones de 1989, ocupó el tercer lugar en unos comicios presidenciales.
El poco importa ante los cuestionamientos de la opinión pública y el dejar crecer la percepción de corrupción en las filas del gobierno, hoy lo ha tenido que pagar con creces el otrora gran Partido Arnulfista.
Su candidato presidencial, a pesar de presentar buenas propuestas, cargó con el lastre de ser el abanderado del oficialismo y recibió un severo voto de castigo.
Que la derrota sirva para rectificar. Se hace necesario copiar algunas prácticas del Partido Revolucionario Democrático, como el realizar primarias para escoger a los diversos cargos a elección popular. Ya la época del dedo del caudillo que escogía a los candidatos quedó atrás.
La vieja guardia del arnulfismo debe darle paso a una juventud no contaminada con los vicios políticos del pasado, que hoy reclama la recuperación del partido.
La antigua dirigencia puede asesorar a quienes lo relevan en las posiciones, pero entendiendo que ya su época pasó y que una nueva generación reclama espacio para reconstruir un panameñismo democrático, tolerante y que cumpla su papel opositor con verticalidad.