E l fracaso de la nómina oficialista tiene una figura responsable sin lugar a dudas: Ella, la mandataria, la persona que luchó para alcanzar el poder y llenó de esperanzas a un pueblo que lo único que desea es que haya gobernantes capaces y eficientes.
La primera mujer presidenta de Panamá mostró rápidamente el cobre. Convirtió la administración del país en una especie de "juego de muñecas" entre sus familiares y copartidarios.
Pronto se olvidó que debía gobernar para todos los panameños. También sufrió una aguda amnesia sobre las numerosas promesas que hizo para conseguir el voto.
Hemos padecido como pueblo de la soberbia y el orgullo de quien se creyó con poder absoluto para imponer su voluntad, aunque a veces fuera en contra de los deseos de muchos panameños.
Por eso ha causado un daño al futuro político de las mujeres. Se piensa que por lo menos en veinte años ninguna dama aspirará con éxito a dirigir este país, que se merece mejores mandatarios.
Claro que Ella ha hecho obras y acciones buenas. Pero como dicen en La Pintada, "lo que hizo con las manos lo destruyó con los pies".
Esta realidad se fue conociendo rápidamente, cuando los sondeos de opinión comenzaron a indicar que muchos panameños no estaban de acuerdo con su manera de conducir el país.
Pero ante esta realidad, en lugar de actuar a la altura de su cargo presidencial, lo que hizo fue tratar de ocultar el sol con la mano, como dicen algunos en Taboga.
Ante la realidad que muchos notábamos, Ella echó mano a argumentos acomodaticios, de conveniencia.
Y los periodistas fuimos unos de sus víctimas, pues se nos trató de echar la culpa de sus "metidas de pata" y desgobierno.
Así fuimos tildados de negativos y morbosos, por señalar el nombramiento de parientes y amigachos, falta de eficiencia de algunos ministros, la no existencia de un plan económico, etc.
También esgrimió la excusa de que eran sus enemigos políticos del antiguo régimen, los que pintaban un panorama sombrío.
Si hubiera dedicado toda esa prepotencia y orgullo a labores más adecuadas, no rumiaría hoy el pan amargo de la derrota, aunque lo quiera disimular con una sonrisa que se convierte en mueca.
El "copón" fue convertir el sacrosanto puesto de presidente en un relajo. Hizo política a su fracasado candidato, sin importarle administrar el país que era para lo que se le eligió. La despedimos como terminator con un ¡"Hasta la vista, Baby"!