Alguien dijo por ahí que la voz del pueblo, es la voz de Dios. Esta no es una frase inventada. Es la pura realidad, pues, si usted lee la Biblia, podrá notar que es así. Quien pone y quita reyes y gobernantes es Èl, ya sea para bien o para mal. Los planes de El son así.
Hoy, no es el momento de lloriqueos ni niñadas. No hay que estar con el rostro arrugado por la amargura que habita en tu corazón. Dios no quiso que te reeligieran, ni que fueras electo en estos comicios. Si eres un gran ciudadano, acata la voluntad de Dios y felicita con valentía a quien te derrotó por la mano milagrosa del pueblo.
Panamá vivió una de las mejores fiestas cívicas. Hubo alegría a montón, tanto de los que ganaron como de los que perdieron, pero de esos que fueron derrotados hay un par de niños malcriados que quieren seguir pegados de la "tetita", a pesar que hay niños nuevos.
La política de todas partes del mundo es así. Es comparable a un partido de fútbol. Si se realiza un excelente encuentro, los aficionados son los que ganan, pero si el encuentro es chabacano, nadie se goza. Así es nuestra política criolla. No hay lugar a empates. Sólo debe haber un ganador, pero éste debe demostrar que jugó un excelente encuentro. Debe demostrar que realizó buenas gambetas y que tiró al marco contrario con elegancia para meter los goles con caché.
Los que triunfaron, ojo, no deben sentir que son los mejores, pues no ganaron porque sus propios medios, sino porque Dios los colocó al frente de estas nuevas funciones para que servir al pueblo.
Si perdiste como candidato a representante, alcalde, legislador o presidente de la República, te sugiero trabajar más que nunca. No te cruces de manos, empujemos la carreta que se llama Panamá y demos gracias a Dios que todavía gozamos de una democracia sana.
