Desde niño, he sido admirador de la pujanza del Japón como nación tecnológica y futurista. Un país que haya logrado reponerse del horror de las bombas atómicas que cayeron en Hiroshima y Nagasaki, de reconstruir su país devastado por bombardeos aliados, merece nuestro reconocimiento.
Empero, resulta sensitiva la reciente polémica generada por un capítulo de la historia japonesa que pocos conocen en Occidente, pero que para los pueblos en China y Corea es muy indignante.
En Japón, autoridades educativas publicaron textos de historia en donde no se menciona las atrocidades de los soldados nipones en la invasión a China, ocurrida entre 1937 - 1945, conflicto que dejó 25 millones de chinos muertos.
Filmes de la Segunda Guerra Mundial datan la masacre en el pueblo de Chungking (Nanking, China Continental), ocurrida el 13 de diciembre de 1937, cuando unos 300,000 chinos fueron brutalmente asesinados a punta de bayoneta. Las violaciones a mujeres, las decapitaciones y muerte de niños con ancianos fueron captadas para la posteridad, algo que demuestra la tragedia de la invasión nipona.
Desde junio de 1989, no se había permitido en China Popular la realización de multitudinarias manifestaciones públicas en la Plaza de Tiananmen. Pekín, quizás aprovechando una dolorosa cuestión histórica y la presión de grupos sociales, dejó que muchos jóvenes chinos disgustados salieran a protestas frente a las delegaciones diplomáticas y consulares de Japón, ante la negativa de Tokio a reconocer el oscuro pasado de la masacre en Nanking.
Igual, en Corea del Sur, la cosa es color de hormiga. Japón invadió la península coreana en 1911 y a fuerza de fuego sometió a este pueblo asiático. Entre 1940 a 1945, miles de mujeres coreanas fueron utilizadas como "esclavas sexuales" por los japoneses, se prohibió hablar el coreano y hasta se obligó a los coreanos ser parte de experimentos biológicos en campos de concentración en Manchuria.
Fuera de las cuestiones políticas, de que Pekín no quiera permitir que Japón entre en el Consejo de Seguridad de la ONU o que se use esta crisis para amedrentar a Tokio a que no explote yacimientos petrolíferos en el mar frente a China, es menester decir que los chinos tienen mucho que protestar por esta cuestión.
Ojalá Tokio haga lo que hizo Alemania en su tiempo. El de admitir que 18 millones de personas, entre ellas seis millones de judíos, fueron exterminados.
El de considerar su error y condenar lo que hicieron sus militares en el mayor conflicto global del Siglo XX. De esta forma, no se dañará más la buena imagen del moderno Japón, cuya gente busca cooperar con el mundo, además de brindar lo mejor de sus esfuerzos como nación próspera y pacífica.