Sus propiedades terapéuticas han sido conocidas y valoradas desde hace más de 3.000 años, pues ya en la Edad Media se utilizaba para combatir enfermedades de tipo bacteriano.
Hoy forma parte de numerosas especialidades farmacéuticas.
Se ha demostrado científicamente que es eficaz como antibiótico y en el control de enfermedades tales como la arteriosclerosis, el reuma y la hipertensión.