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  OPINIÓN

CUARTILLAS
Elevadas

Por: Milcíades Ortíz | Catedrático

La capaz nutricionista llevó varias cartulinas con cuadros estadísticos y bonitas gráficas a colores. Su equipo había estado semanas investigando la situación de nutrición en un pequeño poblado panameño.Ahora, en la reunión del Comité de Salud, se darían los resultados.

Muy segura de sí, la nutricionista dijo que en esa comunidad, "el ochenta por ciento de los niños menores de cinco años estaban desnutridos".

Se escuchó un murmullo de sorpresa en el pueblo, formando por humildes mujeres, hombres y niños.

Para enfatizar sus palabras, la licenciada en Nutrición mostró una columna de rojo brillante. ¡Allí estaban los niños desnutridos de ese pueblo!

Entonces con humildad se levantó una mano pidiendo permiso para hacer una pregunta. Una señora dijo: "perdone, licenciada, pero creo que usted se equivocó de comunidad. Aquí no hay ochenta niños, sino solamente ocho".

Tragó salida la experta al comprender que no había sido clara en su mensaje. Al usar porcentajes, ella confundió a esas humildes personas.

Medio tartamudeando quiso explicar eso de los porcentajes. Al final aceptó que "ocho de diez niños de esta comunidad estaban mal nutridos".

Yo presencié ese incidente hace más de veinte años. Y me gané luego el reproche de médicos, enfermeras, nutricionistas y otros expertos del Ministerio de Salud.

Como asesor en Sociología rendí un informe sobre las "palabras elevadas" que se usaban en reuniones con humildes campesinos, quienes no las entendían.

Algunos señalaron que no podían rebajar sus informes porque eso no era "científico". Otros consideraron el manual de "traducción" que les hice como una pérdida de tiempo.

Siempre recuerdo la cara de espanto de un niño a quien le "faltaba hierro en la sangre". Se rascaba los brazos al saber que por sus venas tenía que circular buena cantidad de hierro.

Pensaba el pelaíto que el hierro sólo venía en forma de clavos y varillas. Igual pensó mi primo Gino Pileri (q.e.p.d.). El buscaba el "hierro" en las lentejas, cuando su madre lo obligaba a comérselas.

En resumen, hay que hablar al mismo nivel de quien nos escucha, para que la comunicación sea exitosa.



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