Gane quien gane, pase lo que pase en las elecciones del 3 de mayo, la forma en que se ha desarrollado la campaña electoral hasta la fecha ha dejado un mal sabor de boca que se hace imposible ya de lavar.
En términos de la credibilidad e imagen de nuestra clase política, puede decirse que esta campaña ha sido la gota que derramó el vaso.
La sucieza y bajeza con la que se han conducido las principales fuerzas en contienda para las elecciones, así como el último escándalo que ya se le llama "Narcopolítica", colocan a esta campaña casi con seguridad como la peor de la historia del país.
Ya no importa tanto quién gane la Presidencia de la República dentro de 41 días; sino cómo se saca al país del pozo de corrupción en que se encuentra.
Y esto dado el hecho de que tal corrupción siempre ha sido el mayor obstáculo para el desarrollo con equidad que este país necesita, y que ha resultado tan esquivo, sin importar si vivimos épocas de crecimiento o crisis económica.
Un buen lugar para empezar sería la ley electoral, creada e impuesta por los propios partidos políticos, ignorando todas las recomendaciones de la sociedad civil sobre transparencia en el manejo de los fondos provenientes del subsidio electoral y de las donaciones de campaña.
Estamos en un momento en que lo importante para el panameño ya no es lo que suceda en las elecciones, sino evitar que suceda lo mismo en futuros comicios.