Algo que parece estar muy de moda hoy en día es atacar a otras personas, considerados enemigos, a través de correos electrónicos y mensajes anónimos. Eso es una cobardía total.
Atacar sin razón a una persona y de manera anónima es una cobardía. Siempre he creído que cuando tienes algo que te molesta de alguien, la mejor manera de resolver esa situación es encarándola directamente y aclarar las cosas.
En estos tiempos tecnológicos resulta fácil tomar una computadora, escribir lo peor de cualquiera y luego distribuirlo al espacio cibernético. Pienso que este tipo de personas tienen la mente enferma o a lo mejor no le asignan suficiente trabajo, por eso buscan su única forma de entretenerse: hacer maldad.
Alguien que distrae tiempo valioso en escribir o hablar huevadas de un semejante, sin duda está llena de envidia y amargura. Esta gente no avanza nunca, porque no se cultiva intelectualmente. ¿Para qué perder tiempo en leer un buen libro, si lo mío es darle rienda suelta a la lengua o destilar veneno tecnológico?, dirán los que lanzan sus dardos al prójimo.
Antes de hacerle daño a una persona utilizando la pantalla de un anónimo, debes preguntarte si te gustaría que alguien te hiciera lo mismo.
La honra es una de las cosas que más cuida una persona, porque involucra la única herencia que te dejan tus padres: el apellido.
Resulta cómodo aprovechar las facilidades electrónicas para destruir a un semejante, sin embargo, el que recurre a estas prácticas no se da cuenta que de esa forma se desnuda su yo interior y queda al descubierto, como una persona de la más baja calaña.
Es hora de cambiar. Siempre hay oportunidades para todos. Reza el dicho que hasta las piedras cambia.
Oye analízate, vete a la Iglesia, haz un acto de contrición y pide perdón por tus maldades. Arrepiéntete y cambia, de lo contrario, vas directo para la olla de aceite donde el cocinero será el propio Lucifer, que se sentirá regocijado al tener una persona como tu a su lado.