Un clásico martes de carnaval en Punta Fogón fue lo que se vivió durante la llegada de los atletas especiales al Aeropuerto Internacional de Tocumen.
Como es característico de Olimpiadas Especiales, el apoyo se hizo sentir desde temprano, cuando poco a poco y organizadamente fueron llegando los padres, amigos y conocidos de los atletas.
Los globos, cartelones de bienvenida, regalos, murga y sobre todo el calor familiar, era lo que tenían planeado para recibir a los campeones mundiales.
LA ESPERA
Fueron varias las personas que se equivocaron con la hora de llegada y arribaron más temprano al aeropuerto.
Familias completas llegaron desde el interior del país, para recibir a sus campeones. Pero eso no fue ningún inconveniente, porque pacientes y tranquilos esperaron por más de una hora, hasta que avisaron que el vuelo AA2189 procedente de Miami había arribado.
Todos preguntaban por cual puerta saldrían, y en una de esas respuestas por salir del paso (como se dice en buen panameño), echaron al desvío a los padres.
Pero cuando se dieron cuenta cuál era la puerta correcta, lo que se formó en la sala de espera del aeropuerto fue un verdadero corre, corre.
De inmediato, hicieron una calle de honor para los atletas, la cual duró más de media hora, pues los chicos estaban en aduana esperando a que les dieran la orden de salir.
Fueron momentos de mucha tensión, en donde el nerviosismo y la ansiedad se apoderó de todos los presentes.
LA SALIDA
Los primeros en salir fueron Alvaro y Kevin en compañía de su entrenadora, que no se esperaban tanta gente en su recibimiento.
En ese momento, los aplausos y las lágrimas se mezclaban en un ambiente donde el sentimiento estaba a flor de piel.
Los atletas salían sonreídos y orgullos con sus medallas y cintas de participación en el cuello, enseñándolas a todos.
A los padres se les olvidó el protocolo y sólo querían abrazar a sus hijos, pues muchos tenían casi un mes que no los veían.
Cada atleta buscaba el calor familiar después de quince días de estar lejos de ellos.
ENTRENADORES
No se puede dejar por fuera el trabajo que realizaron los maestros, que también se separaron de sus familias, para apoyar a los atletas.
Las lágrimas, los abrazos, los nervios por reecontrarse, fueron prueba de que llegar a Shangai y cosechar 70 medallas no es cosa fácil, sino que requiere de muchos sacrificios personales.
Para ellos, el trabajo que desempeñaron los panameños fue muy grande, pues todos son ganadores, todos se superaron y lo hicieron bien y se sienten orgullosos de sus atletas.
