Zinedine Zidane se niega a dejar que muera su leyenda en el Mundial de Alemania 2006 y lo ha tomado como un reto personal o su último gran desafío.
A Zidane y compañía los llamaban en Francia los Rolling Stones por �viejos, gastados y escandalosos�. El viejito ha respondido a sus críticos con un repertorio de fútbol que sirvió para dejar en el camino a España y Brasil.
Su leyenda es incomparable. Quién no recuerda aquellas tardes de gloria con la Juventus, donde ganó títulos y se consagró figura. Su fútbol era una exposición de arte, del buen juego, toques y goles inolvidables.
Luego llegó el Mundial de Francia y su consagración. Nadie olvida sus dos goles en la final contra Brasil que sirvieron para que el equipo francés conquistara su primer título del mundo.
Tras el fracaso de Corea - Japón con la selección de su país, vivió un par de temporadas amargas con el Real Madrid, equipo con el que lleva tres años sin títulos.
En el Mundial de Alemania despertó la magia de Zizou, esa que estuvo dormida en la temporada 2005-2006 con el Real Madrid y que tampoco se vio en la ronda de grupos del mundial.
Sin embargo, en los octavos de final los españoles despertaron el arte y vinieron los problemas para los equipos que iban a enfrentar a Francia. Tenían que jugar contra los veteranos franceses y contra el espíritu de Zinedine Zidane.
Frente a España se paseó como un mariscal por todo el campo de juego, mientras que en los cuartos de final frente a Brasil realizó el mejor partido que le haya visto en más de un año.
Fue un capitán que guió a su barco a buen puerto. Se adueñó de la pelota, la pisó, se movió como quiso por el campo recordando sus mejores años y sirvió un delicioso centro para el gol de Henry.
Zidane es para Francia lo que Pelé es para Brasil, Maradona para Argentina o Julio Dely para Panamá. Su nombre ocupa un lugar dentro de los cinco mejores futbolistas de la historia y su leyenda se niega a morir en Alemania.