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El "palo" de mango en Vista Hermosa

Por: Carlos Christian Sánchez | Asesor Diplomático

El pasado jueves, cuando me dirigía a una entrevista en la Embajada Británica, pasé por el barrio de Vista Hermosa, en Pueblo Nuevo. De repente, como hacía casi todas las veces que transitaba por Calle Segunda y Avenida Fernández de Córdoba, miré hacia la esquina donde estaba siempre un enorme árbol de mango, rodeado de bellos pinos.

Mi sorpresa fue ver que allí ya no estaba. "Lo habían cortado a mansalva". Fue un dolor terrible observar ese espectáculo, que incluso me hizo llorar de la rabia.

Es increíble como las autoridades nacionales, del Municipio capitalino, la corregiduría del sector y la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) hayan permitido destruir un bello "palo" que dio acogida y sombra a muchos transeúntes y vecinos de Vista Hermosa.

Igual que el caso de otros árboles derribados por el vil dinero en El Dorado, Bethania, Ancón, San Francisco y el caso infame de los chiricanos que arrasaron con el sendero del Parque Volcán Barú, casi todos los días matamos a la naturaleza y a los regalos que Dios nos ofreció desde que el hombre dejó el Paraíso.

Nos molesta mucho esta muerte del "palo" de mango de Vista Hermosa, sencillamente porque por espacio de 11 años vivimos cerca de ese árbol, el cual desde el balcón del hogar veíamos crecer y florecer, en medio de casas, edificios y talleres que destruían todo signo de natura.

Como yo, otros vecinos del barrio que nos vió crecer se molestaron por la tragedia del mango. Si es cierto que llegado el momento, un árbol de mango grande debe ser cortado, pero cuando tiene raíces inseguras o esta ladeado. Un amigo ecologista, también biólogo botánico, me dijo que ese mango era perfecto entre muchos.

A pesar del desastre que vivimos cada día en Panamá con la defensa de la ecología, todavía es posible salvar a muchas especies de plantas y animales que tratan de sobrevivir a la depredación insensata de los malos ciudadanos, a quienes no les importa la naturaleza, sino ganar más plata para llenar sus bolsillos.

A la ANAM, que consideramos jamás ha hecho un trabajo serio por presiones políticas y económicas, le pedimos más seriedad en sus labores. Igual a la Asociación Nacional de la Conservación de la Naturaleza, ANCON, le toca vigilar estos brutales ataques contra el entorno.

Si seguimos así, en 20 años la ciudad de Panamá, cuyos guayacanes y acacias, sus palos de mangos y pinos que embellecieron sus avenidas, ya no estarán presentes cuando prevalezca la depredación de aquellos malos empresarios que no comprenden que derribando los majestuosos árboles, nos matamos a nosotros mismos.



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