La selección de Panamá me cumplió, tal vez no me dejó totalmente feliz, pero sí me dio alegrías que celebré en cada gol, en cada jugadita, que hacía que mi corazón palpitara más fuerte� Pero mi mente pedía más...
El marcador era de esperarse, allí no hubo sorpresas, el rival fue menos de lo que pensábamos, sin demeritar al elenco panameño, los caribeños no hicieron el juego fuerte ni veloz que los caracteriza.
Es mi parecer que José Hernández continúa sus �experimentos� en plena eliminatoria, es verdad que el rival no era de tanto cuidado, pero nos pudo costar un par de goles innecesarios.
Este juego comenzó con una línea de cuatro, con dos volantes de contención, dos de creación y dos delanteros, así jugamos bien los primeros cuarenta y cinco minutos, hicieron sus pausas, jugaron tranquilos y tocaron pelota.
No hay ninguna duda que el jugador más destacado de este partido fue Ricardo �Patón� Phillips, las cosas le salieron, promedió, sirvió y goleó.
El juego mermó cuando se hizo el cambio (perdón el experimento), de Alberto Blanco por Luis Henríquez, el equipo perdió salida, me pareció un cambio muy tempranero para un jugador recién llegado de Europa y que el técnico jamás había visto.
El segundo tiempo fue otra historia, los cambios no fueron acertados, allí cada jugador hizo su propio partido, no sé si la idea era impresionar al técnico. Panamá perdió el ritmo de juego y lució desordenado.
Al final quedamos jugando con tres números (9), que no encontraban espacio entre sí, tres defensas y cuatro medias.
A mi parecer los cambios no le funcionaron al estratega de Panamá, los tres hombres que retiró de la cancha, eran las bujías del equipo, �por qué sacar jugadores que te están rindiendo en el partido? Qué alguien me diga si no son experimentos; tuvo seis meses para hacerlos.
Al final lo mejor fue el sabor del triunfo, sacar los tres puntos y llegar a Santa Lucía con una ventaja cómoda.
El domingo salí satisfecha porque en mi mente se empuñó la bandera de los gritos de la tribuna por los cuatro goles� fue una tarde para cuestionar, pero también para celebrar, fue una lucha interna entre la satisfacción de los tantos y las dudas que me dejó esa segunda mitad. Ganamos por cuatro goles y eso independientemente de todo se respeta, se celebra y se toma con alegría�