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El rapto de la chola

Julio C. Caicedo | Periodista

La gestión para el sexo en la Época Precolombina panameña, fue muy parecida a la que efectuaron los pueblos primigenios de Roma: Etruscos, latinos y lúceres. Aquellos europeos preferían robarse a las hermosas y fuertes mujeres sabinas (de las Galias), formándose así el caldo genético que creó Roma, miles de años antes de convertirse en imperio. Acá los hombres de poblados indígenas desde Panamá hasta Honduras pasaban raptándose mutuamente a las mejores cholas, pero por riadas. De Costa Rica no se tienen noticias de esas avanzadas porque en corrillos selváticos se comentaba subrepticiamente que parecían "gays", por su tenaz entretenimiento con unas bolas inexplicables.

Los guerreros más invasores de Centroamérica, lo fueron los grupos humanos de Panamá, Honduras y Nicaragua: Guaymí y Miskito y de ellos se pueden escribir voluminosos tomos por tan crueles batallas por sus mujeres. No se sabe de raptos contra las Kunas, que bien puede haya sido por dos razones fundamentales. La primera, sería por lo "tercas", la más creíble porque las muchachas sanblasinas sufren de "paca": pocos senos y piernas flacas y de esa manera nunca provocaron la demanda pasional necesaria, como para cargar con ellas en la espesa manigua y la tercera porque los "machiguas" son relativamente nuevos en el territorio panameño.

No aparecen comentarios de violaciones ni maltratos con mujeres Chocoes (que siempre han estado buenas!), lo más seguro por la fama de brujos y macumberos que siempre han tenido y por lo peligroso del Tapón del Darién, la abundancia de reduvideos y chinches de clavo. La

codicia por las mujeres fue tan grande, que existen escritos en donde se revela que, incluso, a finales de la época precolombina, ni el propio Urracá ni sus comandos, se preocupaban por la presencia de los españoles, pues sus verdaderos enemigos eran los grupos a quienes ellos les robaban las mujeres y viceversa. Además, en este clima nuestros indios eran difíciles de atrapar a menos que estuviesen borrachos y aún así contaban con un arma secreta ya que el grajo de los españoles los advertía a distancia.




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