Amor, amor, palabra tan pronunciada y tan profanada por el uso vacío de tantas canciones comerciales. Y esta palabra fue el concepto usado por San Juan para definir a Dios: "Dios es Amor" y el que ama está en Dios, vive en Él. El amor es sagrado y es algo vital.
Pero, ¿cuándo uno ama? En definitiva, ¿qué es amar? Bueno, veamos una radiografía espiritual del que ama. El que ama busca darse a los demás y respeta la integridad y la individualidad del otro. Sabe que el otro es persona y lo reconoce siempre como tal. El que ama sabe que el otro no es perfecto y tiene paciencia, comprende y es capaz de perdonar. No busca hacerlo a su propia medida y no atropella su dignidad. No lo "usa". Sabe que el otro es un fin en sí mismo y no un medio para... placer, diversión, enriquecimiento. Reconoce, pues, el valor infinito de la persona y no lo instrumentaliza, no lo codifica.
El que ama busca que el otro sea feliz y promueve lo mejor de los demás. Es realista y ve las virtudes y defectos, pero su visión de la persona a la que ama es tridimensional: lo ve por dentro y es capaz de descubrir sus grandes valores, lo ve por fuera y capta sus limitaciones y problemas y lo ve como puede ser, en el futuro, ya más realizado, más pleno y lo ayuda para que eso sea una realidad. Intenta, pues, hacer que el otro crezca integralmente.
El que ama no espera recompensas por su amor ni está reclamando derechos, privilegios o gratificaciones por el amor que da. No da el amor calculadamente. No convierte este don de Dios en una mercancía que se puede vender o intercambiar por dinero, protección, compañía, sexo o por cariño. ¡El amor no se vende! Esto es profanar algo que viene del mismo Dios. El amor se da, porque nace dentro de nosotros como una fuente de agua cristalina, pura, milagrosa y que mientras más corre, más caudalosa se hace y se extiende sin medida. Se da sin cálculos. Brota naturalmente y mientras más fluye, más nos hace humanos y, por lo tanto, divinos. Y es que en el fondo de la humanidad, de lo pleno humano, está la fuente, el origen que es Dios. El amor es vida, vida del mismo Dios que mezclada, unida íntimamente con nuestro propio ser, se da de una manera misteriosa, vibrante, deliciosa, armoniosa, plena. Por eso el que ama es feliz, porque se está realizando: el que ama se santifica, porque permite que Dios viva en él.