Condoleezza Rice ensayó en Panamá su adiós a América Latina con una defensa al libre comercio como fórmula para reducir la pobreza y expandir la justicia social.
Su discurso ante cancilleres y ministros de comercio de 14 países, fue quizás una de las últimas tribunas para promover la política de libre comercio que durante 8 años impulsó la administración Bush.
Sin embargo, el país que sirvió de anfitrión para su mensaje espera desde hace 18 meses que el Congreso de Estados Unidos ratifique el Tratado de Libre Comercio firmado en junio de 2007 en la sede de la Organización de Estados Americanos.
El coloso del Norte hoy enfrenta una recesión que incluye rescates multimillonarios al sector bancario y a la industria automotriz. A pesar de los llamados del saliente mandatario George Bush, es difícil que el TLC con Panamá sea ratificado.
El pacto que elimina barreras y aranceles para el comercio de productos y servicios entre los dos países involucró una larga negociación de más de tres años e integra al libre comercio a dos países con un intercambio anual de 2, 500 millones de dólares, de los cuales 300 millones de dólares corresponden a exportaciones panameñas.
Al entrar en vigencia, más del 88% de las exportaciones de productos industriales y de consumo de Estados Unidos a Panamá serían liberados de gravámenes. En los siguientes cinco años se desgravará otro 4% y el resto en 10 años.
Actualmente, el 95% de los productos panameños exportados a Estados Unidos no pagan aranceles de introducción, gracias a varios programas preferenciales. La ventaja es que el TLC convierte en permanentes esos beneficios.