Hay un dicho muy popular utilizado por nuestras abuelas: "Es mejor andar solo que mal acompañado".
Ese era el consejo permanente, cuando observan a sus nietos o hijos con personas de dudosa reputación. También hay otro muy famoso, que reza: "Dime con quién andas, y te diré quién eres".
Y en realidad es así. Una persona decente no debe andar para arriba y para abajo con otras que anden cometiendo toda clase de acciones cuestionables.
Aunque uno no escoge a sus amigos, tampoco es correcto compartir todo el tiempo con aquellos que estén involucrados en hechos que pueden ser objeto de investigación.
Si coincides permanentemente con un sujeto que consume o trafica droga; que asalta o que roba autos, al final el resto de la sociedad concluirá que también estás inmerso en las mismas vainas.
Por eso surge, el refrán "Es mejor andar solo que mal acompañado". Hay que saber identificar a las buenas amistades y no dejarse absorber por lo que se llama presión de grupos.
En estos momentos en los que el crimen, la violencia y la droga se multiplica como un virus dentro de nuestra sociedad, se hace más crucial que nunca saber escoger muy bien a nuestras amistades.
Si un mal amigo comete delitos, nadie te obliga a que incurras en las mismas acciones.
Lo más adecuado es separar a esa gente del círculo de amistades, para que al final no salgas perjudicado.
Cuando se es joven se piensa que nos las sabemos todas y no escuchamos los consejos de los padres y abuelos, que ya han acumulado millas de la experiencia que produce la universidad de la vida.
Es un hecho históricamente comprobado: las malas compañías producen malos resultados.