En esta fecha en que honramos a los docentes es bueno hacer reflexión sobre el valioso aporte que hacen para engrandecer a la Patria.
Un maestro lo es todo. Es un padre y una madre, es un amigo y, sobre todo, un confidente que conoce con certeza las vivencias de los niños. Saben por qué lloran, por qué ríen y también cuando están carentes de amor.
Panamá es bendecida al contar en las aulas de clases con buenos hombres y mujeres dedicados a la enseñanza, una labor noble que inicia en casa, donde los padres se convierten en los primeros maestros de los infantes.
Hoy, Día del Maestro, enaltecemos con orgullo nacional a esos ilustres hombres que dieron su vida para desarrollar los primeros pasos para iniciar la enseñanza autóctona, donde no solo se destaca el conocimiento universal, sino lo nacional.
Que esta fecha recordemos además a nuestro Maestro Jesús, quien vino al mundo para servir y no para ser servido. Vino a enseñarnos su palabra para no desviarnos de los caminos, incluyendo el significado de la Cruz, un acto que será recordado por la eternidad.
Elevemos una oración por los nuestros profesores o maestros, también por nuestros estudiantes que deben aplicar lo aprendido con humildad.
No vale la pena hablar de aquellos que manchan el gran nombre con sus equivocadas actuaciones que afectan en gran medida el desarrollo del proceso de enseñanza aprendizaje.
Dediquémonos a honrar la fecha, no sin mencionar que el maestro tiene como tarea esencial desarrollar el respeto y el amor a la verdad, la reflexión personal, al mismo tiempo que el espíritu de tolerancia; el sentimiento del derecho de la persona humana y de la dignidad.