Tengo la costumbre de ir en busca de chicas. Voy a discotecas, bares y a cualquier lugar dónde pueda levantarme a un pay. Mi intención es llevarla a la cama, no importa si uso o no un condón. Eso es lo de menos. Estoy casado y con hijos. Esta es la triste historia de miles de panameños que juegan a la ruleta rusa con sus vidas. A ellos no les importa adquirir el virus del SIDA por una noche de placer, pero, cuando se dan cuenta que son portadores, se convierten en agentes multiplicadores del mal en todo el país.
Actualmente hay miles de panameños y panameñas que llevan el virus por dentro, pero no lo saben. Claro, hay personas que se le desarrolla de manera diferente y tardía, pero lo cierto es que llevan la muerte por dentro y se enfurecen contra todo aquel o aquella que se lleven a la cama.
Los hombres dirán que es muy sabroso acostarse con una hembra que no conocen cuando ella se ofrece así por así, sin saber en realidad que la tipa lo que quiere es contagiarlo con el SIDA.
La humanidad debe saber que existen personas infectadas que odian tener que morir, por eso quieren matar a más. Es algo similar al final de Lucifer. Dios venció al mal a través de su hijo Jesús en la cruz. El diablo tiene un final infeliz. El sabe que al final de los tiempos será arrojado al lago de fuego y de azufre, pero no es bobo, pues quiere que tu sigas siendo pecador. El desea que sigas teniendo relaciones sexuales con muchas mujeres y no te arrepientas de este pecado para irte con él al lago de la muerte.
Si eres inteligente, frena lo que haces y deja de contagiar a otros con el virus. Pide perdón por tu pecado y acércate más a él, pero sobre todo, toma la mejor decisión de tu vida. Acéptalo como tu Salvador y confiesa con tu nombre que Él derramó su sangre por tí. Si lo haces, considera que vivirás eternamente.