Cuando se es niño la melodía que más suena en nuestros oídos la cantan nuestros padres. Siempre los escucharemos decir: "No, ...no toques eso, que te quemas"; "No te sientes así, que te caes"; "No llegues tarde a casa después de la fiesta. Recuerda que hay peligro en la calle", "No vayas a dejar que te toquen", en fin, un millón de "no" que muchas veces ignoramos, pero que nos enseñan cuando "pacatán" ocurre precisamente lo que nos advertían nuestros padres.
Muchos adolecentes tienen uno de sus brazos o piernas con fracturas, sólo porque desobedecieron la voz de papá o mamá. Si hubieran hecho caso, tal vez su brazo no estaría "virueco". Así como hay jóvenes que ignoran el llamado de atención, hay adultos que también lo hacen. Estas personas no escuchan la voz del amigo que un día le dijo: "Oye, yo pienso que debes dejar de estar quemando a tu esposa. Ella no se lo merece"; " Deja la droga que en realidad estás muy mal".
Nuestra vida está repleta de llamados de atención. La Biblia, la palabra de Dios, está llena de esos ejemplos y de seguro tu tienes uno de estos libros en casa abierto en el Salmo 23, precisamente donde dice: Jehová es mi pastor y nada me faltará (...) En Panamá creemos que por tener estas palabritas abiertas en nuestra casa de par en par, ya estamos protegidos. Sabes algo, no estamos a salvo con tan solo tener uno de los versículos de la Biblia más lindos que hay. Hace falta algo más. Unicamente estaremos bajo el paraguas de Dios, si obedecemos. Sí, tal como nuestros padres lo hicieron para cuidarnos mientras crecíamos.
Dios quiere que no peques, pero seguimos haciéndolo porque no aprendemos la lección. En esta vida, si no hacemos caso, podríamos quemarnos o caernos de algún lugar, pero si no obedecemos lo que dice Dios en su palabra, será muy tarde para aprender la lección. Recuerda que tenemos dos opciones: Cielo o infierno. ¿Cuál escoges?