El Estado panameño funciona como los bomberos. Se espera que se desaten las tragedias para actuar. El caso típico es lo sucedido con el sistema de transporte. Tuvo que ocurrir una desgracia que cobró la vida de 18 humildes panameños, para entonces tomar cartas en el asunto.
Ayer vimos a una pila de funcionarios salir de las oficinas refrigeradas para inspeccionar los autobuses, que brindan servicio en el área metropolitana. Esa debe ser una labor permanente.
La culpa del lamentable accidente en la que murieron carbonizados 13 mujeres, tres hombres y dos niños, se le quiere cargar toda al conductor del autobús. Hay que ser objetivos, el vehículo no era uno de esos "diablo rojo". Era un transporte que apenas tenía cinco años de operación, pero no contaba con una salida de emergencia y las ventanas no daban mayor espacio para que los pasajeros escaparan por allí.
Cómo el Banco Nacional financia un autobús cuyas especificaciones no cumplen las reglamentaciones del Tránsito y cómo la Autoridad Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre, autoriza la circulación de esa unidad sin contar con una salida de emergencia.
Así mismo, por años los gobiernos han sido complacientes con la dirigencia del transporte. Siempre temerosos a una huelga de dicho sector, las autoridades claudican en sus esfuerzos por poner orden.
El gobierno debe ser más serio y actuar sin temor a las amenazas de huelga. la consigna debe ser sólo una: Cambiar.
La ciudadanía no soporta una muerte más en las calles. Ya ha puesto mucha sangre y mucho luto.
Ojalá que los operativos que se realizan no sean una llamarada de capullo y que de una vez por todas los funcionarios cumplan sus deberes, de lo contrario, que se vayan a sus casas.