El 19 de abril de 1978, el general Omar Torrijos Herrera había programado una serie de ataques al Canal de Panamá y a instalaciones del Comando Sur.
Para entonces, el Senado de Estados Unidos debatía la aprobación de los Tratados Torrijos-Carter, que fue finalmente adoptado por 68 votos a favor y 32 en contra. Los senadores norteamericanos pretendían introducir una serie de enmiendas no acordadas con los negociadores panameños, que mantenían encrespado a Torrijos.
El entonces jefe de la Guardia Nacional y jefe de Gobierno había conformado una serie de comandos para inutilizar la vía acuática. Cuatro años antes se habían adquirido morteros y lanzacohetes Stringer, en Francia, así como explosivos en Suecia, reveló una fuente ligada a la denominada Operación "Huele a Quema'o".
Los explosivos llegaron a Panamá simulando ser fertilizantes y eran custodiados en Explonsa.
Casi 30 años después y en la víspera de celebrarse otro aniversario de la entrada en vigencia de los Tratados, varios de los militares involucrados esquivaron el tema, otros mostraron cara de asombro cuando se les abordó y unos mintieron, alegando desconocer el espinoso asunto.
Uno de los pocos que habló estuvo de salida interesado en saber cómo los periodistas de "Crítica" sabían de su participación en la Operación "Huele a Quema'o".
Trascendió que la planificación y selección de blancos principales y alternos estuvo a cargo de un oficial del G-2 dedicado hoy día a otros menesteres profesionales y por submarinistas expertos en demolición, entre ellos, un coronel ya fallecido.
Además había miembros del cuerpo de ingenieros, así como integrantes de las compañías destacadas en Tocumen, Tinajitas y Victoriano Lorenzo.
Parte de los entrenamientos se desarrollaron en Coiba, donde un centenar de hombres practicaban en horas nocturnas. En uno de esos ejercicios con munición real se produjo un accidente que cobró la vida de los uniformados.
En Pacora, otro grupo desarrollaba un entrenamiento similar.
Como parte de los preparativos a las compañías de combate, se les obligaba a un recorrido diario en arreos de combate de hasta nueve kilómetros.