La liturgia del día de hoy nos presenta como mensaje central la importancia de preferir los bienes celestiales a los bienes terrenales. No consiste en renunciar por renunciar, sino en saber priorizar los valores hacia los cuales apuntamos en la vida para elegir siempre lo mejor, lo que nos conviene, lo perfecto. Apegarse sólo a lo material dejando de lado los bie�nes espirituales es renunciar a la propuesta que Dios tiene para nosotros.
Parábola de el rico Epulón y el pobre Lázaro.En el rico Epulón encontramos a aquellos que gastan su vida en deleites y pasiones, olvidando el dolor ajeno, buscando sólo su propia comodidad y valorando únicamente aquello que tienen en este mundo. Por otro lado, en Lázaro, el pobre de Dios, se encuentran aquellos que cumplen con la invitación del Apóstol Pablo: los que se abandonan en los brazos de Dios para buscar en �l la justicia, la caridad, la piedad, y por la fe que tienen obtienen del Señor su misericordia.
La respuesta a estas conductas está bien defini�da en la parábola: ambos mueren, pero sólo al rico lo entierran. Enterrar, no significa el gesto físico de sepultar el cuerpo materialmente bajo tierra, sino el desterrar en el olvido, abandonar para siempre, dejar en el "cuarto de san Alejó" aquello que ya no sirve para nada. Mientras el decir que a Lázaro lo llevaron los ángeles al cielo, es un preaviso de resurrección, de vida eterna, de salvación. La resurrección de Cristo no es requisito para creer, todo lo contrario, es consecuencia de nuestra fe.