Temilda Mendoza y Liborio Arena viven con sus cinco hijos en Alto de Jesús, una remota comunidad de la comarca Ng�be Buglé, donde los niveles de pobreza extrema alcanzan cifras altísimas.
Habitan en un rancho con paredes de quincha, techo de zinc y piso de tierra, donde también se alberga el hacinamiento. El poco dinero (menos de un dólar diario) que gana Liborio por trabajos temporales en la agricultura es insuficiente para satisfacer las necesidades de su familia.
En Santa Fe, Cada dos meses, Mayinda Urriola y su hija de siete años madrugan para caminar desde Alto del Carmen hasta la escuela Los Corotues. Suben y bajan montañas, cruzan ríos y quebradas, pero ambas saben que tanto esfuerzo tiene su recompensa, pues ellas, al igual que Temilda y 7 mil familias más, calificaron, por ser extremadamente pobre, para recibir los Bonos Familiares para la Compra de Alimentos.
El programa que, desde el 2005, lleva adelante la Secretaría Nacional para el Plan Alimentario Nutricional (SENAPAN) tiene como principal objetivo mejorar la calidad de vida de los más pobres del país.
Los más beneficiados de este programa han sido los niños, ya que su alimentación ha mejorado notablemente. "Ahora comemos mejor ", señaló Mayinda, mientras se apresuraba a hacer la fila para recibir las dos libretas de bonos de 35 balboas, cada una. "Antes había días que no teníamos 'na 'pa darle a los niños y hasta me daba lástima que se fueran a la escuela con la barriga vacía", añadió.
Y es que para ir a la escuela, la mayoría de los niños de la comarca tienen que recorrer un largo trecho, no solo para recibir las clases, sino también la bendita merienda y almuerzo del Programa de Alimentación Complementaria que les brinda el Ministerio de Educación y el FIS.
Los beneficiados, explica la Secretaria Nacional de SENAPAN, Mery Alfaro de Villageliú, fueron seleccionados luego de un censo realizado en estos distritos, que permitió identificar a las familias que, por sus condiciones de vivienda y alimentación, están dentro del rango de extrema pobreza.