La histórica ciudad de Nueva Orleáns era reconocida como la puerta de entrada al Sur de Estados Unidos. Su barrio francés, que data del Siglo XVIII y su famoso carnaval, la convirtieron en la urbe con mayor riqueza cultural de Louisiana.
Hoy, esa legendaria ciudad sureña vive los peores momentos desde la Guerra Civil norteamericana. La poderoso huracán "Katrina" la destruyó.
La urbe de 1.4 millones de personas está inmersa en la anarquía. Las escenas del saqueo de almacenes y supermercados nos recordaron imágenes de nuestro pasado, cuando un 20 de diciembre Panamá vivió similares momentos difíciles producto de la invasión norteamericana de 1989.
Gran parte de la ciudad arde cual Roma tras su mítico incendio. Las bandas de maleantes atemorizan a los 27,000 sobrevivientes que no pudieron escapar a tiempo de aquel lugar.
La tragedia de Nueva Orleans queda como lección para la humanidad, sobre todo a Estados Unidos, pues para enfrentar a fenómenos naturales como los huracanes, los terremotos y las inundaciones, es imperante la organización, así como la preparación logística que facilite eventuales evacuaciones masivas de millones de personas.
¿Cómo es posible que el Gobierno Federal de Estados Unidos tardará 120 horas en reaccionar para enviar suministros de agua, alimentos y pertrechos militares para defender a esta metrópoli del caos imperante?
La opinión pública estadounidense no se cansa de culpar al presidente Bush, ante la pasividad y la acción retardada de auxiliar a Louisiana, Mississippi y Alabama, tras el paso del ciclón. La seguridad civil es un pilar clave para la defensa de un país. Panamá debe aprender de lo ocurrido en Estados Unidos, pues el Istmo tampoco escapa a las amenazas de la naturaleza.