Para los verdaderos discípulos de Jesucristo es imposible esconder la fe o disimularla. Se nos nota - o se nos tendría que notar - viendo nuestra manera de pensar y actuar, viendo los problemas que más nos preocupan, las cosas a las que damos más importancia, las tareas a las que dedicamos nuestro tiempo. Más aún, estamos convencidos de que la vida que llevamos, influye mucho en que el Evangelio pueda ser acogido o no.
NUESTRA REALIDAD
Vivimos en una sociedad que cuenta con muchos medios de comunicación. Diariamente nos inundan los mensajes y anuncios de todas partes. En la actualidad, las palabras no son suficientes para convencer. Para convencer es necesario que se den signos o señales que hagan creíbles lo que se dice.
Es por ello que nosotros, los cristianos, tenemos que ser signos para las demás personas.
ILUMINEMOS LA REALIDAD
El servicio de la evangelización se ha de brindar a través de nuestras acciones y con nuestras palabras. Jesús no "ordena" a sus discípulos ser sal de la tierra o luz del mundo; sencillamente se los dice. Leamos: Mateo 5, 13-16.
San Juan dice que es en la vivencia del amor fraterno que la gente reconocerá que somos discípulos de Jesús. Leamos: Juan 13, 34-35
ACTUEMOS
Ser testigos del Evangelio es ante todo una gran gracia que se nos concede. El Espíritu Santo que recibimos en el Bautismo, en la Confirmación y en la Eucaristía nos hace capaces de dar testimonio de Jesucristo a través de toda nuestra vida.
Ser signo del reino de Dios en los diferentes ambientes en que vivimos es una responsabilidad de cada bautizado.