Si queremos compararnos a Chile, tenemos que trabajar duro para lograr reducir a la mitad la población en situación de pobreza e invertir la módica suma de 445 millones de dólares al año.
Chile, mediante un agresivo plan, logró en una década de trabajo bajar los números feos de un 36% a 21%. La varita mágica que usó ese país fue destinar grandes inversiones sociales en el sector salud y educación, espejo donde la administración actual pretende ver la radiografía social panameña en unos años.
El gobierno ha anunciado tener un programa con el que pretende reducir a un 80% la extrema pobreza, pero el plan no cuenta con el respaldo de sindicalistas que consideran que en vez de disminuir se convertirá en un paliativo nada más.
Las esperanzas del país están sentadas en grandes proyectos. La preocupación número de uno sigue siendo el desempleo, lo cual evidencia que miles de panameños no logran alimentarse adecuadamente por no contar con un salario fijo, situación que obliga a los gobernantes a tomar medidas concretas para atacar el grave problema de la pobreza.
¿Cómo eliminarla? Ya lo hicieron en Chile y en otras naciones. Al ofrecer sistemas sociales sanos combinado con una buena preparación educativa se abren las puertas para desarrollar proyectos que enriquezcan a la economía y ayuden a bajar los altos índices de desocupación.
No es un secreto que la riqueza está mal distribuida. Somos uno de los peores países del mundo en este renglón, pero podemos dejar de serlo si todos nos comprometemos en serio en sacar al país del subdesarrollo eterno en que nos hemos metido nosotros mismos por no dar importancia a la salud, a la educación y por no combatir la corrupción en todos los niveles y plataformas.