Lance Armstrong, el indomable ciclista que venció al cáncer, cerró con broche de oro su superlativa carrera, alzándose ayer por séptima vez consecutiva el Tour de Francia.
En el podio de ganadores, con el Arco del Triunfo como marco, un radiante Armstrong escuchó por última ocasión las notas del himno de Estados Unidos.
Sus tres hijos lo acompañaron. Sus mellizas, Grace e Isabelle, se vistieron con trajes amarillos, el color de la camiseta para el líder general y que Armstrong se colocó por última vez.
``Vive le Tour, para siempre'', gritó emocionado.
Pero Armstrong también tuvo palabras para ``los cínicos'', que siempre han tenido la sospecha de que el dopaje es rampante en el ciclismo, y que ese ha sido la fuente de su hegemonía los últimos siete años.
``Lamento que ustedes no crean en milagros'', dijo.
En el rostro de Armstrong se podía palpar el cansancio tras haber recorrido 3.593 kilómetros a lo largo de Francia las últimas tres semanas.
Debido a una pertinaz llovizna que hizo resbaladizas las calles de París, los organizadores de la ronda gala detuvieron el reloj cuando Armstrong y el pelotón principal ingresó a la capital francesa.
El kazajo Alexandre Vinokourov ganó eventualmente la etapa final, con Armstrong situado dentro del pelotón.