Cuando Brad Davis anotó el cuarto lanzamiento de la tanda de penales, se derrumbó el sueño de todo un país, las lágrimas de los jugadores panameños cayeron sobre el césped del Giants Stadium de Nueva Jersey. Había rabia, frustración, pero también la satisfacción de haberlo entregado todo sobre el terreno.
Panamá nunca se arrugó ante Estados Unidos, el equipo jugó de tú a tú, siempre buscando el frente y resguardando bien la defensa.
Tuvimos a un inmenso arquero como Jaime Penedo, jugador más valioso del torneo y figura ante los gringos en la final.
Y tuvimos a una selección entregada, dispuesta a luchar, a darlo todo, a dejar el alma en el terreno con tal de bañarnos en oro y regalarnos la alegría de un título.
Por eso cuando Davis marcó el último cobro, no sabíamos si reir, si celebrar el subcampeonato, no sabíamos si llorar la derrota en la tanda de penales. Es que este equipo hizo todo para quedar primero, nos quedamos a un suspiro de tocar el cielo.
Duele decir que somos segundos cuando sabemos que este equipo luchó para ser primero, luchó por la gloria, no se arrugó, no se entregó. Dejó todo durante los 120 minutos del partido y si es por merecimientos, Panamá mereció ganar.
Fueron muchas las situaciones que creamos y de la que hoy nos lamentamos. Primero fue "Puchito" Medina, muy temprano a los seis minutos el que no pudo embocar el gol, luego vendrían las opciones de Jorge en el segundo tiempo y el alargue que no alcanzó a cristalizar.
Panamá estuvo más cerca del gol que Estados Unidos, creamos situaciones y jugamos un muy buen partido. Sólo nos faltó agregar la cereza al pastel con un gol. Con uno bastaba.
Independientemente de todo, somos campeones en los corazones de los más de tres millones de panameños en el mundo que vivieron, gozaron, sufrieron y vieron este partido.
Estos jugadores han escrito la página más gloriosa del fútbol panameño. Han hecho que el hincha que había perdido la fe por la mala campaña de la eliminatoria, nuevamente volviera a creer en su equipo.
La selección nos regaló un capítulo glorioso a la historia de esta octava edición de Copa de Oro. Lamentablemente no tuvimos un final feliz, no como el que soñamos.