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De vuelta al hogar

Por: Hermano Pablo | Reverendo

El hombre, de veinticuatro años de edad, caminó hacia la puerta que conducía a la calle. Vestía abrigo, bufanda y sombrero porque era invierno, y el invierno es crudo en Suecia. Se dio vuelta para mirar a su joven esposa y a sus dos mellizos, y les dijo secamente: "Hasta luego." No pronunció otra palabra.

Después de veintisiete años de ausencia, Sven Gerden, de Arvidsjaur, Suecia, volvió y se presentó de improviso a la puerta de su casa. "Aquí estoy", anunció. Y su esposa Christina, que no había dejado de esperarlo y nunca había dejado de amarlo, le respondió: "Entra; esta es tu casa."

He aquí una verdadera historia de amor y de esperanza, historia que ilumina un poco el ambiente sombrío de estos tiempos de frialdad matrimonial. Un hombre joven, dominado por la bebida, abandona a su joven esposa y a sus hijitos. Éstos no saben nada de él durante veintisiete largos años. La esposa, que lo ama, no pierde nunca la esperanza de que vuelva, y allí está, y allí están sus hijos, aunque ya casados y con hijos ellos mismos, y allí esta también su viejo sillón.

Cuando el amor es fuerte, no se rompe, no se apaga, no empalidece. Y el amor fuerte engendra siempre otro sentimiento noble: la esperanza. Y el amor y la esperanza se nutren de un sentimiento más: la devoción espiritual.

Christina nunca dejó de amar, nunca dejó de esperar y nunca dejó de orar. Enseñada desde niña a confiar en el Dios justo y amoroso de la Biblia, nunca perdió la fe. Mantuvo su hogar, crió a sus hijos, retuvo la esperanza y, al fin, recuperó a su esposo.

En este mundo materialista, utilitario y práctico, se tienen en poco las virtudes espirituales. Son normas de vida que no producen dinero. Por eso pocas personas las estiman. Pero las virtudes espirituales -el amor, la esperanza y la fe- tienen otra clase de recompensa. Es la satisfacción profunda y segura de saber que todo, a la larga, saldrá bien.

Si permitimos que Cristo sea nuestro Guía, veremos cómo nuestra existencia se fortalecerá y cómo el ámbito de nuestra vida se hará más puro. Tal vez no nos hagamos ricos, pero nuestra vida se enriquecerá de todos modos, y sabremos lo que es vivir seguros de que, a la larga, todo saldrá bien.



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